La superstición nace desde
un sentimiento íntimo, desde la idea de que determinados comportamientos o acontecimientos pueden predecirse o
evitarse. Casi siempre son de carácter negativo y con consecuencias
desagradables.
Normalmente el beneficio
psicológico más relevante de dejarse llevar por la superstición es el de tener
una sensación de control sobre situaciones en las que aparentemente no lo
tenemos. Nos produce una sensación de alivio. Si soy muy aficionado a un equipo
y decido ponerme “la camiseta de la buena suerte” para ir al campo, consigo con
esta conducta encontrar relaciones de causa/efecto, y quizás descubra que
“gracias” a ello el equipo ganó.
Claro que derivado de este
proceso surge otro muy interesante: la parcialización de la realidad. Es fácil
desear que algo sea cierto y en función de eso buscar y encontrar datos que lo
confirmen. En el ejemplo de la camiseta, si el equipo no ganó fue porque no la había
lavado después del último partido, o incluso por lo contrario, por haberla
lavado, siendo que la última vez si hubo una victoria. De todas formas este
ejemplo no representa del todo bien temores graves. Si empezamos a hablar del
miedo a
suspender un examen importante, a quedarse sin trabajo, o por supuesto a una enfermedad grave, la superstición es mucho más probable. Una persona que está esperando los resultados de una resonancia para descartar un posible diagnóstico de cáncer, puede encontrar en conductas como la ayudar a los demás, una manera de intentar no ser castigado por la providencia, el destino o por un dios con lo que más teme. Dicho esto hay que valorar entonces que la superstición es finalmente un mecanismo de defensa para hacer frente a sensaciones de malestar que puede ser muy útil a la hora de darnos fuerzas para luchar por una meta, pero cuando se hace demasiado frecuente, e incluso es el único recurso para estar bien, es cuando alcanza su carácter más patológico. Puede acabar generando más malestar y alerta que calma y tranquilidad. Darle mucho espacio a la superstición es finalmente no tener el control de las cosas (justo lo que se quiere evitar al utilizarla inicialmente).
suspender un examen importante, a quedarse sin trabajo, o por supuesto a una enfermedad grave, la superstición es mucho más probable. Una persona que está esperando los resultados de una resonancia para descartar un posible diagnóstico de cáncer, puede encontrar en conductas como la ayudar a los demás, una manera de intentar no ser castigado por la providencia, el destino o por un dios con lo que más teme. Dicho esto hay que valorar entonces que la superstición es finalmente un mecanismo de defensa para hacer frente a sensaciones de malestar que puede ser muy útil a la hora de darnos fuerzas para luchar por una meta, pero cuando se hace demasiado frecuente, e incluso es el único recurso para estar bien, es cuando alcanza su carácter más patológico. Puede acabar generando más malestar y alerta que calma y tranquilidad. Darle mucho espacio a la superstición es finalmente no tener el control de las cosas (justo lo que se quiere evitar al utilizarla inicialmente).
Otra cara de la
superstición es la de las profecías autocumplidas: “como se me cruzó un gato
negro, hoy va a ser un mal día”. Si esa posibilidad agobia es frecuente estar
muy atento a posibles malas experiencias, favoreciendo que puedan precipitarse
precisamente por el propio temor hacia ellas.
Si la superstición es compartida
por más personas del entorno puede darse un nuevo efecto, el de etiquetar a una
persona como la que favorece que se repitan determinados hechos negativos, es
decir, colgarle el sambenito de que es un gafe. Quizás, este tema le dedique
más espacio en otro artículo más adelante.
A modo de conclusión habría
que decir que las personas con mayor inseguridad y/o con mayor necesidad de
certezas (personas con tendencia a la obsesividad, por ejemplo), serán más
propensas a algún tipo de superstición. Con lo bueno y lo malo que eso
conlleva.
En el Centro de Especialidades Médicas MEDISOCIAL, puedes solicitar tu cita para apoyo psicológico.
Visítanos, calle 3, Urb. Vista Alegre, Edificio Grupo Médico Torres & Asociados.
Caracas - Venezuela.
Teléfono: (0212) 472 05 60 / 30 50 / 64 76.
Páginaweb www.cemmedisocial.com
Fuente: gabinetedepsicologia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por sus comentarios